lunes, 23 de marzo de 2009

"UNA BRIGADA DE MADRES TERESA"




Había leído y oído algo de lo que se cuenta sobre los “horrorosos” servicios de Urgencia de los hospitales.
Súbitamente, el día 18 de marzo de 2009, a medianoche, en mi casa parisiense, creo topar con la Muerte. Caigo al suelo, dislocado.
No puedo levantarme. Indefenso, me siento incapaz de moverme.
Pido socorro. Nadie me oye.
Tengo la impresión de estar emponzoñado. Por un veneno que me revuelve mis adentros.
Me arrastro hacía el teléfono. Que nunca llegaré a alcanzar. A la velocidad de cinco metros por hora. Mi cabeza no responde. He perdido el equilibrio. Y mi cerebro se bambolea. Pero mi cara permanece aplastada en el suelo. Mis ojos no se dejan dominar. Se descentran, mareados. Voy a desaparecer definitivamente. Voy a ocultarme para siempre, pero rodeado por un océano de inmundicia vomitada.
Y de pronto, cuando había perdido toda esperanza, aparecen dos enfermeros del SAMU. Dos “madres-Teresa”.
No quiero que me vean en el estado en que estoy. No quiero que se aproximen. Que les apeste mi miseria.
Mis ojos son incapaces de fijarlos. Me los tapo con la mano.
Me piden que me incorpore. No puedo. Y si hubiera podido no lo hubiera querido. Prefiero permanecer acurrucado. Y dejar que llegue el final. Será menos doloroso Y sobre todo menos pestilente y vergonzoso.
Y, sin embargo, los dos enfermeros no paran de decirme gentilezas. Para ellos soy un anónimo. Me parece que tienen un bonito acento. ¿franco-marroquí? ¿portugués? ¿arrabalero? ¿bretón? Me tratan de
- “Monsieur” .
Con infinito respeto.
A mí que me siento menos que un trapo sucio.
Uno de los enfermeros, abrazándome, me incorpora. Me limpia. Ayudado por su colega. Mientras me mantiene en sus brazos el segundo me abrocha los pantalones. Y me consuela al mismo tiempo.
-“Adelante, Monsieur….”
Sienten que temo descoyuntarme al menor esfuerzo. Me miman. Por fin en andas y volandas me llevan a una ambulancia.
Acierto a decir por vez primera, ¡tan tarde !
-«Merci beaucoup…».
Y por primera vez voy a recibir la respuesta que oiré de todos los miembros del servicio de Urgencias del Hospital Cochin de París:
-“No nos lo agradezca; estamos aquí para ayudarle”.
Y los dos samaritanos desaparecen.
Para dar paso a varias enfermeras que me desnudan. Me arreglan. Me cuidan. Me visten de azul. Luego de amarillo. Me preguntan a menudo
-“¿Quiere algo? ¿Se siente mejor?”
Llegan cuidadores, médicos, internos. Para ellos también soy un anónimo. Todos con la misma preocupación por mi estado. Con el mismo deseo de auxiliarme.
-“¿Quiere utilizar mi móvil particular?”
Y yo repito que estoy envenenado. Que algo he tomado...
Pero ellos no dejan de hacerme radiografías y escaners y análisis.
Descubren que el mal lo causa el laberinto de mi oído interno. Que hace meses mi cabeza topó contra una barra de acero. Y que ahora surgen las consecuencias.
Buscan lo mejor para curarme. Piensan inmediatamente en el mejor especialista.
-“Sabe usted, es el más competente. Pero está ocupadísimo”.
Consiguen que el Profesor Pascal Corlieu venga a verme a Urgencias. Con sus aparatos de cosmonauta y su saber legendario.

Estoy a salvo, re-equilibrado y en casa.
[Toda mi vida… me ha frustrado no llegar a ser el santo pagano de mis aspiraciones. Con lo fácil que les resulta alcanzar la santidad civil a esta brigada de la Fraternidad y de la Urgencia.]
Mil gracias a todos, desde el camillero hasta el catedrático. De todo corazón
Pero sé que todos y cada uno va a repetirme una vez más:
-“No nos lo agradezca; estamos aquí para ayudarle”.

Fernando Arrabal


Reproduzco este pequeño relato, cedido gentilmente por el catedrático de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Murcia, Victorino Polo, en el que el dramaturgo Fernando Arrabal explica por qué no va a poder asistir al ciclo de conferencias 'Encuentros de Primavera', que se viene realizando en la citada universidad.
De este modo, Arrabal debería ofrecer mañana, a las 17.00 horas, una rueda de prensa en el Hotel Arco de San Juan, pero por motivos de salud (que el mismo autor explica a modo de relato), los médicos han desaconsejado que vuele desde París a Murcia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ah, ¿pero Victorino Polo hace algo gentilmente?
Lo siento, lo siento, no he podido evitarlo. Es que mi memoria me traiciona y...
Desde aquí si me lee le mando un abrazo muy fuerte.

Amapola Psicovisceral dijo...

qué fuentes tan..originales que tienes, vulture ^^